Esta semana se están celebrando las que yo conozco como Ferias de Coria, Ferias en plural, bipolaridad manifiesta, dualidad asoladora, el día y la noche.

Por un lado tenemos la feria de albero dorado por el sol reflejado en el Guadalquivir, la feria de las tapitas, de la alegría, los lunares y los volantes, la feria de los puestos de churros y turrones, los buñuelos, la garrapiñada y la fruta escarchada, la feria de siempre.

Pero… que lástima, cuando Lorenzo se acuesta por el horizonte, una manada de cafres se acerca al recinto ferial, el olor a churros y a garrapiñada se torna en pestilente aroma de orines, vómitos y canutos, parte de la juventud cambia el turrón por la coca, las sevillanas por el bacalao y la manzanilla por el botellón.

La Feria de Coria se convierte en un pretexto para hacer el cafre, hartarse de beber, fumar y Dios sabe que más cosas, sin tener que esconderse.

Basta darse una vueltecita al anochecer o amanecer para ver como locales en las cercanías del recinto se convierten en fiestas “botellónicas”, Tuneados automóviles hacen de figuradas discotecas mezclando el bacalao con la rumba que suena de fondo. Las oscuras calles son los aseos públicos y los espejos de los coches, brutalmente arrancados sin pudor, se convierten en coquetos espejitos para preparar el blanco festín que los sufridos pabellones olfativos tienen que soportar cada dos por tres.

Aún era de noche cuando saqué a pasear a mi perrita, ya desde el patio se olía el nauseabundo hedor que poblaba las calles. A la altura del canal había un grupo de … pegando saltos alrededor de un coche con música a toda pastilla. La diversión consistía en pegarse empujones unos a otros y discutir, voz en grito, con algunas de las chicas que les acompañaban. En un momento determinado, alguien dice que se va y como estaba sentado en una silla de plástico que ya no iba a necesitar, muy ecológico y comprometido con la causa, lejos de dejarla en la calle, la coge y la lanza al vertedero ferial, el canal. Otro “coleguita” se levanta de la silla y se acerca a un vehículo que estaba aparcado en las inmediaciones, abre el espejo retrovisor que se encontraba abatido y de un certero golpe despega el espejo del resto y se lo lleva para seguir con la fiesta.

No me quedó más remedio que llamar al 112 para pedir que una patrulla hiciera una expedición por aquella calle y conociera otros mundos distintos a los de la calle Cervantes. Me pidieron mis datos y cuando conté lo que había echo con el espejo, el buen amigo que me atendía me pregunta que si le había increpado por ello…!

Después de esperar más de un cuarto de hora y siendo ya las 7:30 de la mañana, me fui a trabajar. No estoy 100% seguro pero me aseguran que la policía no apareció.

Es realmente triste tener que sufrir todo esto porque al Ayuntamiento de nuestro pueblo no es capaz de poner a funcionar el alumbrado de la calle del canal dos años después de que alguien robara los cables de las farolas.

¿Se imagina usted que le requieren para el pago de algún impuesto municipal y no los pagase en dos años? No se lo puede imaginar porque si pasan dos meses ya tendría la cuenta embargada.

Pero claro, todo esto ocurre por tener a esa impresentable clase política como gobernadores de nuestro pueblo.