Confieso que Twitter es la red social que más me gusta, la uso desde hace años, mucho antes que Facebook o Tuenti. Es la única de la que no me he desenganchado y la única que sigo abriendo cada día, las demás llegaron y se fueron.
Hoy ha sido un día raro, especial, he mirado Twitter unas 200 veces, infinitamente más que en los últimos meses en los que la falta de tiempo ha sido mi mayor problema.
Esta mañana amanecía con una triste noticia, un alumno del colegio donde trabajo estaba en coma tras un gravísimo accidente en moto y tres operaciones.
Hace unos días os comentaba en conciliar vida virtual con vida real que había decidido proteger mis tuits ya que no me apetecía que mis alumnos estuviesen merodeando todo el día por lo que decía, no obstante, tengo una lista con algunos de los alumnos a los que conozco y con los que no me importaría cruzar algún tuit. Rápidamente eché mano de esa lista y vi lo que era el germen de una movilización que, a la postre, ha sido brutal y masiva.
Bajo el hashtag #fuerzapato han sido decenas de miles los mensajes de ánimo para Patricio Rico y su familia, centenares de jóvenes pedían oraciones y ánimos para un chaval que tuvo la mala fortuna de enfrentarse a esta tragedia con poco menos de 17 años.
Durante todo el día no he parado de consultar dicho hashtag y la lista de alumnos en busca de alguna buena nueva que aliviase mi sensación de angustia. Lo que nunca quise leer se plantó ante mis ojos mientras cenaba. Patricio había fallecido.
Casi sin hambre, terminé de cenar a la vez que ojeaba nervioso Twitter y el chat de Whatsapp que tenemos los profesores del colegio, la noticia se hacía pública y nuevamente se hacía Trending Topic nacional.
Dejé el Whatsapp y la lista de alumnos y me centré en el hashtag y ahí se me cayó el mundo al suelo, derrotado por la noticia y apuntillado por lo que estaba leyendo. Twitter había sido capaz de lo mejor y lo peor con la misma facilidad. Lo mejor, poner a un país entero de acuerdo para mandar ánimos a una familia rota por el dolor; lo peor, ver como más de la mitad de los mensajes se habían convertido en asquerosos y vomitivos mensajes de spam.
Entiendo que estos mensajes de spam no tienen sentimientos, son máquinas que aprovechan los Trending Topics para hacer publicidad pero no paro de ver, asqueado, como ha dado la maldita casualidad que están aprovechando el dolor de adolescentes para conseguir sabe Dios qué cosas.
Querido Twitter, cierro tus puertas por hoy, no me apetece ver carroñeros saciando su sed de dinero, sé que tú no tienes la culpa, sólo eres una víctima más.
Desde aquí mi más sentido pésame a la familia de Patricio, os envío un cálido abrazo. Descansa en paz, Pato.