Desde que Steve Jobs le dijera al mundo por donde debían ir los tiros en materia de tecnología móvil a primeros de 2007, el iPhone ha sido un oscuro objeto de deseo. Un producto atractivo, innovador, caro, lujoso, capaz de captar la atención de los que nos rodean y símbolo (en muchos casos inconsciente) de alto standing.
No recuerdo cuanto costaba un iPhone de primera generación en Estados Unidos, en España ni siquiera se comercializaba, pero estoy seguro que era mucho más de lo que costaban los terminales de la competencia. Apple siempre ha sido una marca que ha preferido aumentar un poco el precio de sus productos a sabiendas que casi no tenía competencia en cuestiones de acabados y calidad de los materiales. Cuando alguien decía que Apple era caro, la respuesta sencilla era decirle que podía comprar productos parecidos por mucho menos pero éstos estaban a años luz en cuanto a calidad de materiales, acabado y software.
Seis generaciones de iPhone han pasado por el mercado y, hasta ahora, cada nueva iteración generaba más ventas que el anterior pese a las críticas de los usuarios por supuestas faltas de innovación. Cuando salió el iPhone 4S la gente decía que era más de lo mismo y que las ventas iban a ser mucho menores, pero a la postre, los vaticinios se equivocaron y lo mismo ocurrió con el iPhone 5.
Cuando los rumores del iPhone 5 se iban haciendo realidad en la keynote de su presentación, yo lancé una metáfora al mundo y por ahora no se ha cumplido… por ahora.
Yo decía que Apple había estirado el iPhone al igual que se estira una gomilla y lo mismo estaba haciendo con el producto iPhone (no me refiero al producto físico sino al ente). Puedes estirar una gomilla pero a la par que se está haciendo más larga también se está haciendo más débil. Aún no ha llegado el momento en el que el iPhone desaparezca pero hay indicios (llamadme pájaro de mal agüero) que llevan a pensar, acertada o erróneamente, que el producto iPhone se está agotando.
El iPhone sigue siendo uno de los 2-3 mejores teléfonos del mercado, iOS es el mejor sistema operativo para muchos aunque hace mucho que se vio superado por Android en cuanto a cuota de mercado y prestaciones en muchos aspectos (no en todos). Las innovaciones en este producto son escasas, se está viviendo demasiado de un producto que maravilló al mundo, aún puede permitirse ese lujo pero… ¿cuánto tiempo más?
La competencia ha mejorado mucho, los materiales de los teléfonos Android ya no son una basura, al menos en su gama alta que es la que realmente compite con el móvil de Cupertino.
Pero hay que ir más allá, cuando el iPhone era un terminal por encima de toda su competencia se podía permitir el lujo de tener precios más caros pero ese tiempo ha terminado. No podemos comparar punto por punto ningún terminal con el iPhone pero si los hay ligeramente superiores en unos aspectos e inferiores en otros lo que nos hace tener terminales a su altura por un precio sensiblemente menor.
Está claro que los dispositivos Apple tienen un mayor valor de reventa pero, al igual que en el sector inmobiliario, este valor te sirve si no vas a volver a comprar otro producto Apple. Yo puedo estar encantado con que el precio de mi casa suba mucho pero si mi intención es comprar una nueva de las mismas prestaciones su precio también será muy alto.
El caso es que estamos ante lo que pueden ser los primeros indicios de saturación del mercado iPhone. Hay un sector de la población dispuesta a gastar 700 euros en un móvil pero de esa porción, no todos van a renovarlo cada año. De los que nos quedan, algunos querrán coquetear con otros sistemas operativos/marcas y el fin de los amagos en portabilidades coloca la guinda al pastel. La consecuencia directa es que el crecimiento tan brutal de ventas no puede ser mantenido.
Pero no seamos agoreros, seguro que Jobs ha dejado bien aleccionada a su tropa capitaneada por Cook, Ive y compañía y en breve dan un nuevo giro al mercado pero mientras tanto… Apple debe hacer balance.