Cuando el Partido Popular interpuso un recurso de inconstitucionalidad contra el matrimonio homosexual en el 2005, pocos imaginábamos que la resolución se demoraría ni más ni menos que siete años. El Tribunal Constitucional avaló el matrimonio igualitario por ocho votos a favor y tres en contra, y muchas familias pudieron respirar tranquilas tantos años después de que se pusieran en riesgo sus derechos.
Esta demora en la resolución de las sentencias y la aplicación efectiva de las leyes no es exclusiva de España. Cuando una noticia sobre una ley especialmente polémica salta a los titulares, podemos tener la seguridad de que aún le queda un largo camino que recorrer, para bien o para mal. En el caso de la legalización de la marihuana (sea esta marihuana medicinal o para uso lúdico), cada suspiro es noticia.
Hace tiempo oímos hablar de la supuesta legalización de la marihuana en Uruguay, cuyo gobierno proponía tener el control de importación, exportación, plantación, cultivo, cosecha, adquisición, almacenamiento, comercialización y distribución de cannabis o sus derivados. Pues bien, recientemente su presidente ha pedido frenar la iniciativa porque la sociedad “no está madura”. Ríos de tinta corrieron con esta noticia, en la que indignados detractores y enfervorecidos defensores volcaron sus opiniones sobre una iniciativa que ha resultado ser humo. También saltó a la palestra el caso de Ámsterdam, que amenazaba con cerrar su mercado de coffeeshops a los turistas, eliminando con ello una fuente de ingresos comparable al cierre del Museo Van Gogh.
Recientemente hemos sabido que el nuevo gobierno holandés, de centro izquierda, ha suprimido el carné de socio y permitirá el libre consumo en los coffeeshops de Ámsterdam como viene sucediendo desde los años setenta. Esto no significa que no vaya a existir control, ya que el gobierno se ha comprometido a vigilar las cantidades y calidad de las semillas de marihuana que, comparadas con las de importación, contienen una mayor cantidad de tetrahidrocannabiol (principio activo del cannabis), lo que las hace mucho más potentes. De aquellas leyes, pues, algo queda, pero lejos de los grandes titulares. Parece que las decisiones necesitan del silencio, y como el buen vino, mejoran con el tiempo y la polémica: las reacciones de la sociedad suelen ser una pista sobre la pertinencia de estas normas.