El día de San Valentín es una de esas fiestas en las que los hombres solemos decir que no creemos y que son un invento más de ECI al igual que ocurre con el día del padre, de la madre y de tu prima la de Cuenca. Sin embargo, a la hora de la verdad, la mayoría caemos en la tentación de regalar algo a nuestra pareja, ya sea un ramo de flores cuyo precio se ha multiplicado por 3 exprofeso para ese día, una caja de bombones de la caja roja o del de Rumasa, un mal rimado y excesivamente meloso poema de nuestra cosecha o cualquier otro presente relacionado con el color rojo, el corazón, una pareja de tórtolas o un angelito con un arco y unas flechas a lo Legolas de ESDLA (El Señor de los Anillos).
De todos modos, hay regalos y regalos, a mi siempre me ha gustado “manufacturar” mis regalos en este día, mayormente como diría aquel, porque me niego a pagar un 300 ó 400% más por algo que podré encontrar más barato al día siguiente. El caso es que este año, paseando por las calles de mi querida Coria junto a mi esposa, me encontré este maravilloso escaparate que ríete tú de los del mismísimo Harrod´s, la floristería de mi barrio se engalanó con sus mejores lienzos para regalarnos esta bella imagen co la que ahora os deleitaré. Mis ojos y los de mi señora no pudieron evitar la avalancha de lágrimas que asolaron nuestras gélidas mejillas al observar tamaña creación.
Pasados ya un par de días aún me despierto entre sollozos por las noches cuando a mi mente regresan las imágenes citadas, aún mi hemisferio derecho forcejea con el izquierdo ya que uno defiende la postura de que las lágrimas eran producidas por el horripilante deseo de morir que me entró al mirar aquello y el otro asevera que es una defensa natural del propio cuerpo humano al intentar velar los brillos que cegaban mis ojos.
Sea como fuere, no se cuanto costaba aquello, no se si lo vendieron o no pero lo que si tengo claro es que mi “santa” no se enfadará conmigo nunca por dejar de llevarle por San Valentín un regalo como ese.