Mucha gente cree que la Semana Santa acaba con la Madrugá, muchos son los que se van a la playa y se pierden uno de los mejores días para mi gusto, el Viernes Santo.
Es un día totalmente diferente a los demás se respira un aire frío aunque haga calor, los colores del Domingo de Ramos quedan ya muy lejos y la algarabía desmesurada de la Madrugá se torna luto en la tarde del Viernes Santo.
Normalmente comienzo la jornada con las hermandades de Triana, El Cachorro y la O, son para mi gusto, distintas al resto de cofradías del día. Una vez que veo sus cuatro portentosas imágenes, comienza una jornada distinta.
El resto de hermandades del día parecen sacadas de un álbum antiguo, son cofradías ancladas en el siglo XIX. Claro está que alguna son más arcaicas que otras pero todas tienen algo que las hace de otro tiempo.
¿Quién podría decirme que la imagen que muestro a continuación no es de hace cien años?
La Carretería, la hermandad romántica por antonomasia, San Isidoro con su palio dorado, la Mortaja con sus dieciocho ciriales, su Muñidor, sus faroles de mano… Montserrat con su Verónica, el palio con sus caídas por fuera de los varales y su crestería de plata… todas pertenecen a otro siglo, tienen ese regusto antiguo que se ha perdido en el resto de cofradías de Sevilla, son completamente distintas a las demás, ni mejores ni peores.
Yo agradezco que la gente se marche a la playa el Viernes por la mañana ya que así se puede ver mejor nuestra Semana Santa pero también me gustaría indicarles que se pierden uno de los mejores días de la Semana Mayor.
Qué razón tienes. El Domingo de Ramos es la jornada de la luz, de la ilusión y del reencuentro con los días más esperados, pero el Viernes es el día más completo y en el que da gusto ver pasos porque hasta la temperatura y la calidad y cantidad de público suelen acompañar.
Cada año lo disfruto más y cada año la Carretería me parece más una cofradía de ensueño.