Muchos años han pasado desde la última vez que vi a mi equipo ganar en el Sánchez Pizjuán, muchos lunes de abatimiento en el trabajo sabiendo que un año más el Sevilla se había llevado el gato al agua.
Para un bético, igual que para un sevillista, un derbi es algo más que un partido, es algo más que tres puntos. Para la mayoría de aficionados de Betis y Sevilla, el ver perder al equipo rival es un consuelo que compensa cuando tu equipo también pierde, es algo parecido al mal de muchos consuelo de tontos, si tu equipo pierde pero el otro también es como si fuera un mal menor, por eso, cuando de un derbi se trata, es un todo o nada, o ves a tu equipo perder y a al rival ganar, o ganas tú y encima el rival pierde. El empate es algo que no piensas a priori, la “x” no cabe en la quiniela del derbi.
No es tanto como dicen, que la liga de Betis y Sevilla se reduce a ganar al rival pero casi, es una pequeña y amistosa batalla entre hermanos, padres e hijos o entre matrimonios, como es mi caso, es la supremacía momentánea, el regusto de saberte vencedor por unos días.
El respeto ha de ser el principal ingrediente de un derbi, cuando en una casa, en torno a un televisor, se reúnen parejas, primos, padres, hijos, hermanos con distinto color, las salidas de tono pueden crear demasiados problemas para tan pobre logro. Por encima de todo tenemos que saber que cuando acaben los 90 minutos de partido y los 4 ó 5 días de resaca, todos volveremos a ser lo que éramos, la victoria carecerá de sentido si estás disgustado con tu vecino.
Lo más bonito del derbi es el previo, cuando béticos y sevillistas muestran su superioridad externa y esconden su miedo interno, todos en nuestro interior tenemos ese miedo a la derrota. Durante el partido la tensión del encuentro, los “uys”, la polémica, los goles… noventa minutos y la gloria o el infierno.
Al terminar sólo queda respetar al de tu lado, saber ganar y perder, afrontar la derrota y no abusar del derrotado, piensa que mañana tú serás el derrotado y él o ella el vencedor.
Y voy a dejarme ya de tanto transcendentalismo y os dejo los tres goles sin que sirva de precedente, hoy dejaremos entrar en este rincón al cabezazo de Kanouté.
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